Todos sabemos que el consumo excesivo de alcohol daña el cerebro: “En una borrachera muere un millón de neuronas que jamás se reponen”. El alcohol es un depresor del sistema nervioso central. A corto plazo, modifica los niveles de neurotransmisores en el cerebro, alterando el estado de ánimo, la claridad mental, y la coordinación.
El real problema viene a largo plazo. El consumo excesivo y prolongado de alcohol puede conducir a trastornos cognitivos y a la disminución de la masa cerebral. Afecciones como la encefalopatía de Wernicke y el síndrome de Korsakoff son ejemplos de trastornos neurológicos graves vinculados al abuso del alcohol.
El dicho de que mueren un millón de neuronas es más un adelanto para el abuso excesivo. El daño real depende de factores como la cantidad de alcohol consumida, la frecuencia y la genética individual. Es crucial entender que el alcohol, en exceso, no solo afecta el momento presente, sino que puede tener consecuencias duraderas en nuestra salud mental y cognitiva.
