Los primeros embriones artificiales llegaron a revolucionar el panorama de la ciencia y la ética, a partes iguales. Podría ser un paso hacia la superación de muchos desafíos… pero también abrir la puerta a futuras manipulaciones genéticas que cuestionen nuestra humanidad.
La creación de los primeros embriones “sintéticamente humanos” va más allá de su impacto inmediato en la medicina y la biología, también nos motiva a reflexionar sobre las implicaciones éticas y filosóficas sobre manipular la vida misma. Un equipo de investigadores ha logrado cultivar estos embriones para entender la gastrulación, una de las etapas cruciales que ocurre aproximadamente 14 días después de la fecundación.
Este periodo es crítico en los intentos de fecundación in vitro, y los nuevos embriones sintéticos imitan el funcionamiento de un cigoto con un límite de crecimiento establecido, presentándose como una solución a los dilemas éticos asociados con la experimentación en embriones humanos… No tienen padres, no están diseñados para implantarse en úteros y, según sus propios creadores, “no pueden ni deben considerarse seres humanos”.
Además de lo anterior, estos embriones sintéticos podrían utilizarse en la investigación del cáncer, la vacunación y el envejecimiento, tanto en humanos y también animales, por lo que podría ser aprovechado para la conservación de especies y la comprensión de la evolución.
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